lunes, 9 de febrero de 2015
bruce sterling
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Reventando el sistema
El 15 de enero de 1990, el sistema de centralitas de larga distancia de AT&T
se vino abajo.
Fue un extraño y grave suceso de proporciones gigantescas. Sesenta mil
personas se quedaron sin teléfono. Durante las nueve largas horas de desesperados
trabajos que llevó restablecer el servicio, unas setenta millones de llamadas no
pudieron realizarse.
Los fallos de servicio, conocidos como cortes en el mundo de las
telecomunicaciones, son un riesgo conocido y aceptado en el negocio telefónico.
Los huracanes hacen que miles de cables de teléfono se partan. Los terremotos
arrancan cables de fibra óptica enterrados. Las centralitas se incendian y no
quedan más que cenizas. Estas cosas ocurren. Hay planes de emergencia para
resolverlas y décadas de experiencia tras ello. Pero la caída del 15 de enero no
tenía precedentes. Fue increíblemente enorme y ocurrió sin razón física aparente.
El fallo de sistema comenzó un lunes por la tarde en una centralita de
Manhattan. Pero a diferencia de cualquier simple daño físico, se extendió y
extendió. Centralitas de toda América, se colapsaron una tras otra en una reacción
en cadena, hasta que la mitad de la red de AT&T se estropeó. Mientras, la otra
mitad tenía dificultades para hacerse con la sobrecarga.
Después de nueve horas, los ingenieros de software de AT&T
comprendieron más o menos qué había producido el fallo. Reproducir el problema
exactamente, estudiando minuciosamente el software línea a línea, les llevó un par
de semanas. Pero como era difícil de entender técnicamente, toda la verdad del
asunto y sus implicaciones no fueron amplia y detalladamente explicadas. La
causa principal del fallo, se mantuvo en la oscuridad, rodeada de rumores y de
temor.
El fallo, fue una gran vergüenza para la compañía. El culpable, era un error
en el propio software de AT&T, algo que no era de la clase de culpas que el
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